Hace unos días, la llegada de Rafael Nadal a Santiago para jugar el VTR Open en Viña del Mar reveló las grandes diferencias que existen entre las figuras internacionales y los deportistas chilenos a la hora de relacionarse con la prensa deportiva: mientras es común ver a los jugadores de la selección chilena guardar inexplicable silencio tras los partidos o cuando aterrizan en el país, el tenista que tiene 11 Gran Slam, entre ellos un récord de siete títulos en Roland Garros, no tuvo ningún problema en dar algunas declaraciones en el aeropuerto, por más obvias que ellas fueran.
Bajo el mismo parámetro, en el Super Bowl XLVII que se disputará en Nueva Orleans también queda plasmado las diferencias abismales que existe en el medio chileno, particularmente en el fútbol, con uno de los eventos deportivos más importantes a nivel mundial.
Para comenzar, este dato: ningún jugador puede rechazar hablar con los periodistas.
Durante la semana previa al Super Bowl se preparan tres sesiones dedicadas a todos los medios de comunicación acreditados para el evento. La primera, y más importante, se le llama Media Day y se realiza el martes en la misma cancha del Superdome: por una hora, jugadores y entrenadores de cada equipo son abordados por la prensa, aunque para los futbolistas más importantes, se levantan podios especiales. Son 60 minutos en que nadie puede irse a los camarines. En Nueva Orleans, el primer turno fue para los 49ers y una hora después aparecieron los Ravens.
Los dos días siguientes, estas sesiones se realizan bien temprano por la mañana, en salones especialmente habilitados en los hoteles de cada equipo. En este caso son 75 minutos: primero el entrenador de una conferencia, luego un jugador dentro de las figuras y recién ahí el resto del plantel, ingresa a una amplia zona, donde hay siete podios para los más requeridos por la prensa y el resto se distribuye en mesas designadas, e informadas en una hoja a cada periodista. Además, los futbolistas deben ingresar con su camiseta oficial para facilitar la identificación. Acá también hay una hora de diferencia entre la sesión de cada equipo.
Como es de esperar, hay un bueno número de futbolista que nadie entrevista y que pasan el tiempo revisando sus teléfonos o jugando en ellos, pero igual se tienen que quedar en sus asientos hasta que se cumple el tiempo.
El viernes sólo hablan los entrenadores de cada equipo, que en este Super Bowl, por estar los dos hermanos Harbaugh, fue en una inédita conferencia conjunta.
Donde sí hay un silencio casi absoluto es en los entrenamientos, que están prohibidos para los periodistas, salvo un delegado especial por práctica –elegido entre los reporteros que cubren constantemente la NFL-, quien emite un informe previa revisión de los equipos. El objetivo es evitar que se filtre algunos de los aspectos tácticos, claves en el fútbol americano.