La tormenta de nieve que ha afectado en estos días al noreste de Estados Unidos, Nueva York entre esas ciudades, vuelve a poner sobre el tapete el riesgo que corrió la NFL en la elección de la sede para el Super Bowl XLVIII, que se jugará el 2 de febrero de 2014 en el MetLife Stadium, sede de los Giants y Jets, recinto sin techo.
Desde el primer Super Bowl disputado en 1967, en Los Angeles, la NFL ha elegido mayoritariamente sedes en el sur de Estados Unidos, que no se ven afectadas por el clima invernal del Hemisferio Norte. Por eso, en Nueva Orleans y Miami se han disputado 20 de los 47 Super Bowls. Las pocas veces que la liga ha roto esta tendencia, fue para elegir estadios techados del norte, como Detroit, Minneapolis o Indianápolis.
La elección de Nueva York como sede para el 2014 tiene una lógica comercial: apoyar la inversión de US$ 1,6 mil millones para construir un estadio de última generación en un suburbio de Nueva Jersey. Sin embargo, también podría convertirse en un gran problema si se repiten situaciones climáticas como la que ahora afecta a la ciudad más grande de Estados Unidos.
La NFL está consciente de la apuesta que se juegan en Nueva York, y por eso, para los posteriores Super Bowls ha mantenido la tendencia histórica: en 2015 se jugará en Phoenix; en 2016 la sede saldrá entre Miami y San Francisco, y la que pierda peleará ante Houston por recibir la final en 2017. Del éxito o fracaso en el MetLife Stadium dependerá la suerte para futuras postulaciones de ciudades como Chicago, Washington o Filadelfia, todas ellas del norte y con estadios sin techo.