En algún momento de 2014, parecía que los Arizona Cardinals vivirían una temporada soñada. Soñada e impensada que los podría llevar muy lejos en los playoffs pese a tener duros rivales como los Seahawks y 49ers en la División Oeste de la NFC.

Sin embargo, en la segunda mitad de la fase regular comenzaron a sufrir lesiones clave, especialmente las que afectaron sucesivamente al mariscal titular Carson Palmer y a su suplente Drew Stanton, lo que los obligó a enfrentar los últimos partidos del campeonato con el mediocre Ryan Lindley.

Como resultado de eso, una temporada que en algún momento amenazó con ser histórica, terminó sin pena ni gloria ante los Carolina Panthers en la primera ronda de los playoffs.

La mala fortuna de los Cardinals, revivió uno de los grandes mitos de la NFL: la maldición del equipo sede de un Super Bowl. Nunca en la historia de la liga a un cuadro le ha tocado ser local de la gran final (que se disputa desde 1967). Los “Cardenales” ratificaron esta tendencia y no estarán presentes en el Super Tazón que se jugará este 1 de febrero en Phoenix, Arizona.

Se podría considerar como excepción que en 1980 Los Angeles Rams jugaron en Pasadena y que en 1985 los San Francisca 49ers lo hicieron en la cancha de la Universidad de Stanford, pero ninguno de esos dos equipos hacía de local ahí.

Los números son abismantes. Por ejemplo, desde 2001 hasta 2013, el equipo sede del Super Bowl ni siquiera había llegado a los playoffs, mala racha que al menos sí terminaron los Cardinals en 2014.

¿Podrán los Houston Texans romper la maldición la próxima temporada? La carencia de un buen mariscal de campo de este equipo invitan a ser escépticos.