De seguro alguna vez se toparon con esta frase viendo el cable: “Si lo construyes, ellos vendrán”. Pertenece a la película “El Campo de los Sueños”, donde el espíritu de un ex beisbolista (nada menos que el fantasma de “Shoeless” Joe Jackson) invita al personaje que encara Kevin Costner a construir una cancha de béisbol en medio de un maizal.
Desde el estreno de esa película, en 1989, dicha frase se ha convertido en parte recurrente de la cultura popular norteamericana.
Para la NFL, “si lo construyes, ellos vendrán” se ha convertido en un lema comercial de extraordinario peso a la hora de definir la sede del Super Bowl. Y es que la liga profesional de fútbol americano bajo el liderazgo del comisionado Roger Goodell se ha caracterizado por otorgarle la cotizadísima final del campeonato a ciudades con estadios nuevos. En esta línea caen las decisiones que favorecieron a Dallas en 2011, Indianápolis en 2012, Nueva York este año, Phoenix para 2015 y San Francisco en la final de 2016.
En el caso del Super Bowl XLVIII en la “Gran Manzana” se llegó al extremo de entregarle la sede a un estadio sin techo para protegerse del invierno y que justamente estuvo a pocas horas de sufrir los estragos del frío y la nieve en la final que protagonizaron en febrero de este año Seahawks y Broncos (comenzó a nevar pocas horas después de finalizada la paliza de Seattle).
El 20 de mayo de este año, a la hora de elegir la ciudad sede para el Super Bowl LII que se jugará en febrero de 2018, la NFL le llevó la final al futuro estadio para 65 mil personas que los Vikings ya están construyendo en Minneapolis, Minnesota. En el camino quedaron las opciones de Indianápolis y Nueva Orleans.
Este será la segunda vez que dicha ciudad recibirá la final del fútbol americano profesional: la anterior fue el Super Bowl XXVI, que se jugó en enero de 1992.
El modernísimo complejo que los “Vikingos” levantarán sobre el sitio del antiguo y histórico Hubert H. Humphrey Metrodome es una preciosa obra arquitectónica que tendrá un techo translucido hecho de ETFE (etileno-tetrafluoroetileno, un termo plástico de alta resistencia a la corrosión a las altas temperaturas), que permitirá recibir luz natural y que a la vez protegerá del frío invierno en Minnesota. Esta carpeta plástica fue la solución perfecta a la exigencia de un tener un recinto techado apto para recibir un Super Bowl u otros eventos como el Final Four del básquetbol universitario, pero sin que se disparara el costo por tener una cubierta retráctil. Ambas eran condiciones fundamentales para que el proyecto recibiera financiamiento público.
Otras de las atracciones del nuevo recinto de los Vikings serán unos grandes ventanales de 28 metros que permiten acceder a una plaza desde donde se aprecian los rascacielos de Minneapolis y que durante los días veraniegos estarán abiertas para que el estadio goce de condiciones atmosféricas naturales.
El presupuesto del recinto, que tendrá dos pantallas gigantes de alta definición y 800 pantallas planas distribuidas por todas las zonas interiores del estadio, es de US$ 975 millones. De esa inversión, el 49% vendrá de distintos fondos privados y préstamos manejados por los Vikings, mientras que US$ 498 saldrá de fondos públicos que entregarán la ciudad de Minneapolis y el estado de Minnesota.
El estadio debería estar listo a mediados de 2016 y durante las temporadas 2014 y 2015 de la NFL los “Vikingos” jugarán de local en el TCF Bank Stadium, un recinto al aire libre, con una capacidad para 50 mil espectadores y donde juegan los “Golden Gophers” de la Universidad de Minnesota.